sábado, 16 de octubre de 2010

Tips de shofar - Fernel Monroy

NO TE RINDAS MARCOS WITT

ENFRENTANDO A LOS GIGANTES PELICULA

CASCORRO Y CARAPENA PELICULA

LA TRAMPA , PELICULA

LA REINA ESTER PELICULA

PELICULA LA MARCA DE LA BESTIA



Angeles Guerreros Episodio II - www.bendecidos.net (INFANTIL)
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36:59 - hace un año
POR: .. WWW.BENDECIDOS.NET .. .. La secuela de la aclamada serie de animación Los Ángeles Guerreros - Fuerza Protectora - nos introduce aún más en la saga de los seis heróicos ángeles. Mientras cada Guardián se halla ocupado en sus tareas, Morg se esconde en su base, en donde se prepara para lanzar un ataque contra la humanidad. Reunidos por la Providencia, la Fuerza Protectora debe descubrir los secretos de su archienemigo y detenerlo antes de que la tierra sea transformada para siempre. Con aún más accíon y aventura, Fuerza Protectora 2 mantendrá al público pegado al asiento.

enero de 2009

Angeles Guerreros

Los Ángeles Guerreros es una serie de animacíon de aventuras épicas sobrenaturales, en la que los ángeles luchan conta los espíritus caídos. Eli y Kira, dos miembros de la Fuerza Guardián, se ven forzados a madurar rápidamente cuando su primera misión en el mundo toma un rumbo distinto enfrentándolos a Morg, un olvidado pero mortífero enemigo. En una carrera contra reloj, Los Guardianes deben de descrubrir la fuente del poder de Morg, vencer a sus astutos lacayos, detener la destrucción de un alma humana, y hacerlo mientras aprenden cómo trabajar juntos. Prepárate para una aventura increíble en el primer episodio de Los Ángeles Guerreros, Fuerza Protectora. Con las voces de Alex Campos, Lali Torres, Marcos Witt, Mariá del Sol, Pablo Olivares y Coalo Zamorano



Remedio contra el desaliento


Jeremías fue un profeta valiente, llamado por Dios a temprana edad. Con el rey Josías, un creyente fiel, habían tratado de reformar el país y hacer volver al pueblo al verdadero Dios. Después de años de esfuerzos tuvieron que constatar que los resultados eran decepcionantes. Este pueblo se alejaba de la piedad sincera, y Jeremías debía enfrentarse con una fuerte oposición.

Cansado y desalentado, exclamó: “¿Por qué es prosperado el camino de los impíos, y tienen bien todos los que se portan deslealmente?… ¿Hasta cuándo estará desierta la tierra, y marchita la hierba de todo el campo? Por la maldad de los que en ella moran, faltaron los ganados y las aves” (Jeremías 12:1, 4). En el fondo, el profeta cedió al desaliento, y parecía decir: «¡Todos mis esfuerzos son vanos, voy a renunciar!».

Además todas las dificultades con las cuales Jeremías se había encontrado eran sólo una primera impresión de lo que estaba por venir. Pero Dios estaría con él: “Y pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo para guardarte y para defenderte” (cap. 15:20).
Creyentes, a nosotros también se dirigen estas palabras. Aunque pasemos por diversas pruebas, el Señor en su gracia quiere utilizarnos para su servicio. Si deseamos servirle, no dejemos de trabajar, no bajemos los brazos; él quiere confiarnos nuevas tareas. Quiere hacernos correr en el camino de la fe con nuevas fuerzas.

Levántate, y háblales todo cuanto te mande; no temas delante de ellos… pelearán contra ti, pero no te vencerán; porque yo estoy contigo, dice el Señor, para librarte.
Jeremías 1:17,19 (la buena semilla)
Esperando en Dios y tomando aliento
Por Andrew Murray
Procura  tener  la mayor  confianza posible de que aunque tú no puedes ver dentro de tu corazón, Dios está obrando  allí  por medio  de  su  Santo  Espíritu.
  Espera en Jehová; Ten valor y afianza tu corazón; (Salmo 27: 13.)
El Salmista acaba de decir: «Hubiera yo desmayado, si no creyera que  he  de  ver  la  bondad  de  Jehová  en  la  tierra  de  los  vivientes.»  Si  no hubiera sido por su fe en Dios, su corazón hubiera desmayado. Pero, en la seguridad y confianza en Dios que da  la  fe, se  insta a sí mismo y nos insta  a  nosotros  a  recordar  una  cosa  sobre  todas:  el  esperar  en  Dios. «Espera en Jehová; ten valor y afianza tu corazón: sí, espera en Jehová.» Uno  de  los motivos  principales  para  esperar  en  Dios,  uno  de  los más profundos  secretos de  su bendición, es  la convicción  firme  y confiada de que no es en vano; el valor de creer que Dios nos oirá y nos ayudará; esperamos  en  Jehová,  un  Dios  que  nunca  puede  decepcionar  a  su pueblo.
«Ten  valor  y  afianza  tu  corazón.»  Estas  palabras  se  encuentran  con frecuencia en  relación con alguna cosa difícil, ante  la perspectiva de una  lucha con fuertes enemigos, y ante  la  lastimosa  insuficiencia de todo esfuerzo humano. ¿Es el esperar en Dios una obra  tan difícil, que sean  necesarias  estas  palabras:  «Ten  valor  y  afianza  tu  corazón»?  Sin duda  alguna.  La  liberación  que  hemos  de  esperar  es  de  enemigos nuestros, ante cuya presencia  somos  impotentes.  Las bendiciones que hemos de pedir son todas espirituales e  invisibles; cosas  imposibles para con  los hombres;  realidades celestiales,  sobrenaturales, divinas. Nuestro corazón  está  a  punto  de  desmayar.  Nuestras  almas  están  tan  poco acostumbradas  a  tener  amistad  con  Dios,  que  el  Dios  en  el  que esperamos  a  veces  parece  que  se  esconde.  Los  que  tenemos  que esperar  nos  sentimos  tentados  a  temer  que  no  esperamos  bien,  que nuestra fe es demasiado débil, que nuestro deseo no es tan recto o tan sincero  como debería  ser, que  nuestra  entrega  no  es  completa.  Entre todas  estas  causas de  temor  o  duda,  ¡qué  bendición  es  oír  la  voz de Dios:  «Espera en el  Señor.  Ten valor  y afianza  tu corazón.  Sí, espera en Jehová» Que nada en el cielo, en  la  tierra o en el  infierno —nada—  te impida  esperar  en  tu  Dios  con  la  completa  certidumbre  de  que  no puede ser en vano.
La lección que nuestro texto nos enseña es que, cuando nos ponemos a esperar  en  Dios,  antes  tendríamos  que  decidir  que  esperaremos  en  El con la más confiada expectativa de que se presentará a nosotros y nos bendecirá. Deberíamos estar convencidos de que nada hay tan seguro como  que  el  esperar  en  Dios  nos  traerá  bendición  incontable  e inesperada.  Estamos  tan  acostumbrados  a  juzgar  a  Dios  y  su  obra  en nosotros  por  lo  que  sentimos,  que  lo  más  probable  es  que  cuando empezamos a cultivar más el esperar en El, nos sentiremos desanimados porque no encontraremos ninguna bendición especial como  resultado. Este es el mensaje que debes oír: «Sobre todo, cuando esperas en Dios, hazlo en un espíritu de esperanza firme y abundante. Es Dios en su gloria, en su poder y su amor que anhela bendecir a aquellos que esperan en El.»
Si  dices  que  tienes  miedo  de  engañarte  con  una  esperanza  vana, porque  no  ves o  sientes  ninguna garantía en  tu presente estado para una expectativa tan especial, mi respuesta es: «Es Dios el que nos da la garantía  de  que  podemos  esperar  grandes  cosas.»  Aprende  esta lección: No vas a esperar en ti para ver lo que sientes y los cambios que ocurren en ti. Vas a ESPERAR EN DIOS, para saber primero LO QUE EL ES, y luego, lo que hará. Todo el deber y bendición del esperar en Dios tiene sus  raíces  en  esto:  que  es  un  Ser  tan  lleno  a  rebosar  de  bendición, bondad,  poder,  vida  y  gloria,  que,  por  desgraciados  que  seamos,  no  podemos  establecer  ningún  contacto  con  El,  sin  que  esta  vida  y  este poder secretamente, en silencio, empiecen a entrar en nuestra persona y a bendecirla. ¡Dios es amor! Esta es la sola y única garantía de nuestra expectativa. El amor busca  lo suyo: El amor de Dios es precisamente su deleite en  impartirse El mismo y  su bendición a nosotros. Ven y aunque te  sientas débil,  espera  en  su presencia. Como  un  inválido,  enfermo  y  débil, es llevado al sol para que se caliente allí, ven con todo lo que hay oscuro y frío en ti, al sol del amor omnipotente y santo de Dios, y espera allí, con sólo un pensamiento: Aquí estoy, bajo el Sol de tu amor. Como el sol hace su obra en el enfermo que busca sus rayos, Dios hará su obra en  ti. Confía en El más plenamente.  «Ten valor y afianza  tu corazón. Sí, espera en Jehová.»
"[...] Y  tome  aliento  vuestro corazón". (Salmo 31:23.)
Todo nuestro esperar depende del estado del corazón. Un hombre es y cuenta delante de Dios según es su corazón. No podemos adelantar un paso en el santo  lugar de  la presencia de Dios para esperar en El allí, a menos  que  nuestro  corazón  sea  preparado  para  ello  por  el  Espíritu Santo.  El  mensaje  es: «Esforzaos  todos  vosotros  los  que  esperáis  en Jehová, y tome aliento vuestro corazón.» La  verdad  aparece  tan  simple  que  es  fácil  preguntarse:  « ¿Pero  no admiten esto todos? ¿Qué necesidad hay de insistir en ello de modo tan especial?»  La  razón  es que muchos  cristianos  no  se dan cuenta de  la gran diferencia que  hay  entre  la  religión de  la mente  y  la  religión del corazón,  y  la  primera  es mucho más  diligentemente  cultivada  que  la segunda.  No  saben  cuánto mayor  es  el  corazón  que  la mente.  Es  en esto que hay una de  las causas principales de  la debilidad en nuestra vida  cristiana,  y  sólo  si  entendemos  esto  el  esperar  en  Dios  puede traernos su bendición plena.
Hay un  texto en Proverbios 3:5, que puede ayudarnos a hacer claro el significado. Hablando de una vida de temor y favor de Dios, dice: «Fíate de  Jehová  con  todo  tu  corazón,  y  no  te  apoyes  en  tu  propia experiencia.» En toda la vida religiosa hemos de usar estos dos poderes. La mente  tiene que  recoger el conocimiento de  la Palabra de Dios,  y preparar el alimento por medio del cual  se ha de nutrir el corazón y  la vida interior. Pero, aquí aparece un terrible peligro, el conocimiento y la aprehensión de las cosas divinas puede ser algo en que nos apoyemos.
La gente  se  imagina que  si estamos ocupados con  la  verdad,  la  vida espiritual  será  fortalecida,  como  cosa  natural.  Y  no  es  éste  el  caso  ni mucho  menos.
El  intelecto  o  comprensión  trata  de  conceptos  e imágenes de  las cosas divinas, pero no puede alcanzar  la vida  real del alma.  De  aquí  que  venga  la  orden:  «Confía  en  el  Señor  de  todo  tu corazón,  y  no  te  apoyes  en  tu  propia  prudencia.»  Con  el  corazón  el hombre cree y llega al contacto con Dios. Es al corazón donde Dios da su Espíritu, para que sea allí la presencia y el poder de Dios obrando en nosotros. En toda nuestra vida de fe es el corazón el que debe confiar y amar, adorar y obedecer. Mi mente es por completo impotente para crear  y mantener  la  vida  espiritual  en mí.  El  corazón debe  esperar  en Dios, para que El haga la obra en mí. En esto  es como  en  la  vida  corporal.  La  razón puede decirme que  la comida y la bebida me nutren, y cómo tiene lugar este fenómeno. Pero, en el comer y el beber mi razón no puede hacer nada: el cuerpo tiene sus  órganos  especiales  para  este  propósito.  De  la  misma  manera,  la razón me  dice  lo  que  se  halla  en  la  Palabra  de Dios,  pero  no  puede hacer nada para alimentarme el corazón con el pan de vida: esto sólo el corazón puede hacerlo por la fe y la confianza en Dios. Una persona puede  estar  estudiando  la  naturaleza  y  los  efectos del alimento o del sueño; cuando quiere comer o dormir, pone de lado sus pensamientos y estudios,  y usa  su poder para comer o beber. De  la misma manera el cristiano  necesita,  cuando  ha  estudiado  o  escuchado  la  Palabra  de Dios,  cesar  de  tenerla  en  sus  pensamientos,  no  poner  ninguna  fe  en ellos,  y por otra parte despertar  su corazón a que  se abra delante de Dios, y busque comunión viva con El.
Es por  la bendición de esperar en Dios que confieso  la  impotencia de todos mis pensamientos y esfuerzos, y me  inclino en silencio delante de Él, y confío en El para que renueve y fortalezca su obra en mí. Y ésta es precisamente  la  lección de  nuestro  texto:  «Esforzaos  todos  vosotros  los que esperáis en Jehová.» Recordemos  la diferencia entre conocer con la mente y creer con el corazón. Estamos alerta contra  la  tentación de apoyarnos  en  nuestra  propia  prudencia,  en  nuestros  pensamientos claros  y  firmes.  Estos  sólo  te  sirven  para  saberlo  que  el  corazón  debe obtener de Dios, en sí mismos no son sino imágenes o sombras. «Esforzaos todos vosotros los que esperáis en Jehová.» Presenta tu corazón ante El, como  la parte maravillosa de  tu naturaleza espiritual en  la cual Dios  se revela  y  por  la  cual  tú  le  conoces.
Procura  tener  la mayor  confianza posible de que aunque tú no puedes ver dentro de tu corazón, Dios está obrando  allí  por medio  de  su  Santo  Espíritu.
Que  el  corazón  espere  a veces en perfecto silencio y quietud; en su profundidad escondida Dios está obrando.
Asegúrate de esto, y simplemente, espera en El. Entrega todo  tu  corazón,  con  su  operación  secreta,  en  las  manos  de  Dios continuamente. El quiere tu corazón; toma posesión de él y mora en él. «Esforzaos  todos  vosotros  los  que  esperáis  en  Jehová,  y  tome  aliento vuestro corazón.» ¡Mi alma espera solamente en Dios!

El secreto de la bendición
Por Pastor Edgar Marroquín
Busca a Dios, recíbelo, dale Su lugar, sírvelo y recibirás bendición.
  Gózate en el Señor y busca estar en Su presencia. Disfrutar el tiempo a Su lado.
Todos anhelamos que Dios nos bendiga y nos preguntamos cómo lograrlo. También nos intriga descubrir por qué tardamos en ser bendecidos mientras algunos que no buscan al Señor de la misma forma y no están tan consagrados, disfrutan de muchas bendiciones. 

2 Samuel 6:1-13 relata una historia que nos ayudará a descubrir el secreto de la bendición: (...) Entonces David fue, y llevó con alegría el arca de Dios de casa de Obed-edom a la ciudad de David (...)
Recordemos que el Arca de Dios era el lugar donde Él habitaba. En el Antiguo Testamento no era como ahora que podemos disfrutar de la presencia del Espíritu Santo en cualquier lugar donde le busquemos. Nosotros gozamos de ese privilegio porque Jesús nos lo permitió con Su sacrificio. Por eso dijo: “les conviene que yo me vaya porque dejaré a alguien que estará con ustedes todo el tiempo”. La historia nos refiere que el cofre estaba en casa de Obed-edom porque el rey David la dejó allí luego que el Señor castigó con la muerte a Uza.  Es difícil entender la razón del enojo de Dios, pero la lección es que no debemos hacer cosas malas que parezcan buenas. Ellos violaron un principio divino y llevaron el Arca sobre un carro cuando el mandato era que solamente podían llevarla los escogidos del pueblo.  Entonces vemos que este hombre, Obed-edom recibe la presencia de Dios en su casa y con ella, también recibe mucha bendición.  

Gozo que trae bendición

1 Samuel 7: 1-2 relata otra historia anterior que también nos orienta: Vinieron los de Quiriat-jearim y llevaron el arca de Jehová, y la pusieron en casa de Abinadab, situada en el collado; y santificaron a Eleazar su hijo para que guardase el arca de Jehová.  Desde el día que llegó el arca a Quiriat-jearim pasaron muchos días, veinte años; y toda la casa de Israel lamentaba en pos de Jehová. 


Antes de llegar donde de Obed-edom, el Arca estuvo durante veinte años en casa de Abinadab porque los filisteos siendo enemigos, la dejaron allí luego de notar que les perjudicaba tenerla.  La diferencia entre estos dos hombres es muy grande. Obed-edom capturó y valoró la presencia de Dios en sólo tres meses, mientras Abinadab no fue capaz de  obtener bendición teniéndolo ¡durante veinte años!  Imagina que los enemigos te llevan algo muy delicado y precioso, tal vez hasta te molesta la complicación de custodiar algo tan valioso. Esa fue la actitud de Abinadab. La Escritura dice que la gente se acercaba lamentándose, adoraba a otros dioses y cuando las cosas iban mal, se acercaban a Dios pidiendo misericordia. Muchas veces nos sucede lo mismo, cometemos errores y nos acercamos al Señor para que nos haga el milagro de salvarnos el pellejo pero lo hacemos con lamentos y tristeza, justo de la forma que le desagrada. Nuestra desobediencia y mala actitud no traerán la bendición de Dios. Cuando un niño pequeño se lastima, busca a su madre para que lo consuele y lo que ella le dice es: “hijo, tranquilízate, deja de llorar y dime qué te sucedió”. Así pasa también con nosotros cuando nos acercamos a Dios con tristeza y depresión. No te lamentes, búscale con gozo a pesar de las dificultades. Esa es la actitud que le agrada.

Buscar Su presencia


Recibir las bendiciones es cosechar el fruto de lo que has sembrado. Busca a Dios, recíbelo, dale Su lugar, sírvelo y recibirás bendición. David no se atrevió a continuar con el transporte del Arca, seguro tenía algún pecado que ocultar y buscó a la persona ideal para encomendársela. Quería la bendición pero igual que nosotros, no se sentía digno de pedirla y evitaba Su presencia por vergüenza. Si queremos ser bendecidos primero debemos buscarle a Él.  Obed-edom actúo muy diferente a Abinadab, nunca se lamentó, por el contrario acomodó el Arca, llamó a su familia y les compartió la gran bendición que representaba gozar de la presencia de Dios. Nunca preguntó qué obtendría a cambio, si le pagarían por resguardar el tesoro más valioso del mundo. Nuestra intención al acercarnos a Dios debe ser buscarle y encontrarle, pasar tiempo con Él, no esperar algo a cambio, aunque la sanidad, prosperidad y gozo llegan por añadidura.

Su presencia es importante y quiere ser evidente. El Espíritu Santo es más real que nosotros mismos. Ya existía antes de la creación del mundo y  ahora solamente necesita que le des un espacito para entrar en tu vida. El secreto de la bendición es que anheles y disfrutes de Su presencia, que Él sea el centro de tu alegría, no lo que pueda darte, aunque luego, todo viene porque dijo: “mío es el oro y la plata”. 

Si la bendición tarda es porque hay algo en nuestro corazón que no está bien respecto a Su presencia. Él no quiere que te acerques solamente cuando le necesitas, desea que lo busques siempre por el anhelo de encontrarlo y tenerlo junto a ti.  Una esposa se sentiría utilizada si su esposo la busca solamente cuando tiene hambre, por el contrario, le servirá gozosa si el marido constantemente la  llama, le dice que la quiere y se interesa por ella. No te acerques sólo por la bendición sino por buscarle a Él.

Para saber cuánto le anhelas, revisa la cantidad de tiempo que dedicas a hablarle y no sólo para recordarle que te ayude a pagar la planilla y darle de comer a tu familia. Tu vida cambia completamente cuando  tienes un encuentro con el Espíritu Santo y permites que se quede a tu lado. Busca tener una buena comunión con Él.  Qué sabroso es tenerlo a la par cuando tomamos el cafecito de la mañana y hojeamos el periódico. Si cambias de actitud, seguramente tu oración también cambiará  y la disfrutarás en adoración.

La bendición nunca se agota si es el Espíritu Santo quien nos la da y no somos nosotros quienes se la pedimos. Generalmente nos quedamos cortos en nuestras oraciones de petición porque Él es más grande de lo que podamos pedir y esperar, aquel que es poderoso para darnos más sobreabundantemente de lo que pensamos. Nos acercamos buscándole las manos cuando deberíamos levantar la mirada para ver Sus ojos, conocer Su corazón y comprender lo que realmente quiere darte.

Abinadab significa “mi padre es noble, generoso. Padre de una promesa, alguien dispuesto o voluntario”. No basta con tener las promesas, Dios honrará Su Palabra pero no debes buscarle con lloros, lamentos y reclamando como sucedió en casa de Abinadab durante 20 años. Su presencia no está donde hay tristeza y llanto. El nombre Uza significa “esfuerzo propio” y nos enseña que con nuestras fuerzas no es como obtendremos bendición. Obed-edom significa  “está sirviendo”, es decir, la actitud correcta para ser bendecido y cautivado por Su presencia.

La bendición no es casualidad

1Crónicas 15:21 nos habla de cómo este hombre siempre estaba dispuesto en alabanza:Matatías, Elifelehu, Micnías, Obed-edom, Jeiel y Azazías tenían arpas afinadas en la octava para dirigir. 

1 Crónicas 15: 25 nos muestra que era servidor del Señor: David, pues, y los ancianos de Israel y los capitanes de millares, fueron a traer el arca del pacto de Jehová, de casa de Obed-edom, con alegría. 

Estaba en la jugada todo el tiempo, sirviendo con esa pasión de anhelar al Señor sin importar lo que tuviera que hacer. Búscale a toda hora, no encuentres escusas para faltar al templo los domingos y leer Su Palabra diariamente. No hay cansancio que supere a Su amor.

1 Crónicas 16: 37- 39 nos relata sobre el ejemplo que le dio a su familia: Y dejó allí, delante del arca del pacto de Jehová, a Asaf y a sus hermanos, para que ministrasen de continuo delante del arca, cada cosa en su día; y a Obed-edom y a sus sesenta y ocho hermanos; y a Obed-edom hijo de Jedutún y a Hosa como porteros. Asimismo al sacerdote Sadoc, y a los sacerdotes sus hermanos, delante del tabernáculo de Jehová en el lugar alto que estaba en Gabaón.

Obed-edom  inspiró a sus 68 hermanos para servir en el templo. No se le pasaba una oportunidad para agradar a Dios, como decimos ahora, ¡compraba todos los números para ganarse la lotería! Tenía esa pasión que se traduce en servicio a Dios y a la congregación. A veces buscas las bendiciones materiales sin darte cuenta que tu familia es la mejor bendición de todas y lo mejor que puedes hacer es inspirarlos para amar a Dios y servirlo.

1 Crónicas 26:4-8 habla sobre los hijos a los que inspiró: Los hijos de Obed-edom: Semaías el primogénito, Jozabad el segundo, Joa el tercero, el cuarto Sacar, el quinto Natanael, el sexto Amiel, el séptimo Isacar, el octavo Peultai; porque Dios había bendecido a Obed-edom. También de Semaías su hijo nacieron hijos que fueron señores sobre la casa de sus padres; porque eran varones valerosos y esforzados.  Los hijos de Semaías: Otni, Rafael, Obed, Elzabad, y sus hermanos, hombres esforzados; asimismo Eliú y Samaquías. Todos éstos de los hijos de Obed-edom; ellos con sus hijos y sus hermanos, hombres robustos y fuertes para el servicio; sesenta y dos, de Obed-edom. 

1 Crónicas 26:15 continúa hablando sobre ellos: Y para Obed-edom la puerta del sur, y a sus hijos la casa de provisiones del templo. 

Este era un hombre que deseaba estar donde estaba el Señor, siempre a la puerta del templo, limpiando, guardando y cuidando. Su actitud nos cuestiona sobre lo que hacemos por  servir a Dios que no tiene la obligación de bendecirte solamente porque tú lo quieres así.  ¿Asistes al  grupo y a la academia, abres las puertas de tu casa para un grupo de oración, prestas tu carro para que vayan a orar  por algún enfermo?  No pierdas oportunidad para hacerte merecedor de la bendición. Que no te importe ser criticado, no ser reconocido o ser despreciado. Buscar Su presencia es suficiente para que bendiga a tu familia y nada te falte.

Al final de tu vida, cuando te llame a Su lado, podrás irte satisfecho porque sabes que tu familia le sirve y está en Sus caminos. Nada te llevarás, ni el dinero, ni la casa, ni el carro, solamente el gozo de dar ejemplo de servicio y entrega por Su nombre. Las habilidades, dones y bienes de Obed-edom estaban a disposición del Señor.  Ahora entiendo porqué David estaba convencido de que este hombre fiel era el indicado para recibir el Arca en su casa.  Ojalá puedan decir que tu hogar es el mejor lugar para que Dios habite porque le anhelas y sirves con pasión. El secreto de la bendición es que ames la presencia de Dios con todo tu corazón, te entregues e inspires a tu familia a imitarte en la dedicación hacia Él. De esa forma te aseguras pasar la eternidad con quien conoces y te hace sentir cómodo porque son íntimos amigos.

Se necesitan más que promesas para recibir bendición. Es necesario tener buena actitud, disposición de servicio y entrega para que Dios se sienta cómodo contigo.
Debes actuar con tu Padre Celestial como esos hijos cariñosos y consentidores que besan, abrazan y honran a sus padres quienes no pueden negarles nada ante tales expresiones de amor. Pido al Espíritu Santo que te haga reflexionar y te muestre la satisfacción de pasar tiempo a Su lado. Dios quiere estar contigo, búscale y disfruta la comunión con Él. Enamórate de Su presencia porque lo demás viene por añadidura. 
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favor de dios
El Favor de Dios se provoca
Hugo Solís
Dios honra a quienes le honran. Honrar a Dios hace que Dios nos honre a nosotros. Honrar a Dios es vivir la vida que Dios quiere que vivamos.
  Hoy quiero enseñarte que el favor de Dios no se recibe, yo no puedo orar sobre ti para que recibas el favor de Dios, sino que el favor de Dios se provoca, así que vamos a aprender a vivir bajo el manto del favor de Dios.

Proverbios 12:2
Este favor de Dios es lo que nos abre la plenitud. Recuerda que la bendición de Abraham nos alcanza a nosotros.
Hay 3 elementos que se unen, y forman un triángulo perfecto.

• Tener lo que Dios quiere que tengamos
• Hacer lo que Dios quiere que hagamos
• Estar donde Dios quiere que estemos

Cuando logramos esto podemos ver como los cielos se abren. Hemos puesto en orden las cosas, los parámetros, los principios que Dios necesitaba para poder enseñarnos a vivir en plenitud.

Como dijo Jesús, El nos vino a dar vida y vida en abundancia. Lo que nuestras manos tocaren prosperará.

1- El favor de Dios se atrae
El favor de Dios se atrae porque es una retribución divina. En la Biblia Dios se presenta como el que retribuye lo bueno y lo malo, Dios retribuye a quien hace lo bueno y lo malo, a quien hace lo bueno con favores y al que hace lo malo con la cosecha de lo que siembra. 

Proverbios 2:2 Habla de una persona buena, lo que nos hace entender que el favor de Dios no tiene que ver con suerte o con casualidad. El favor de Dios se atrae, es una retribución divina. Es el bueno quien alcanza.

Las bendiciones son actos de la voluntad de Dios, a través de los cuales Dios expresa su amor por nosotros, actos de su gracia. Todo lo que somos, hacemos y tenemos es misericordia de Dios.


Favores y recompensas son premios a nuestro trabajo, y si algo no podemos desnaturalizar de Dios es su carácter galardonador.

Dios recompensa el esfuerzo que haces, el servicio que haces en su casa, lo que haces por El.
Hay cosas que nos ganamos delante de Dios. 

Proverbios 11:31 Tenemos que aprender a esperar de Dios la recompensa que nos promete, y aunque muchas veces nos cuidamos de no esperar nada a cambio, pero podemos tener una sana expectativa de lo que Dios nos dará.

Dios no te va a quemar la casa para probar tu carácter, aprende a esperar lo que Dios tiene para nosotros porque El tiene grandes cosas para nosotros.

Es aquí en la tierra donde Dios también nos recompensará. La biblia dice que la recompensa es acá en la tierra, donde necesitamos del favor de Dios. Esto hará de nosotros una persona extraordinaria.

- Tendremos lo que otros no tienen
Mateo 6:3-4, 6, 17

Los favores de Dios los demás los pueden ver, hará que me recompensen en público, orar nos recompensará en público, ayunar nos recompensará en público.

Salmo 103:4 Las coronas son para lucirlas, para que se vean, para que las personas noten una diferencia, porque el favor de Dios está en nosotros.

La gente va a saber que hay algo especial en nosotros, porque nuestro Dios es Dios de favor.

Eclesiastés 7:12 Hay personas que creen que no pueden surgir porque no tienen dinero, pero la Biblia dice que la sabiduría excede al dinero, no todas las personas que ahora son millonarias nacieron siendo millonarios, la sabiduría que Dios nos da excede al dinero que creemos necesitar. Y nosotros tenemos la mente de Cristo, la mente más creativa, más maravillosa.

Proverbios nos habla de una personas buena, y además de una persona que agrada a Dios.

Eclesiastés 2:26 No todo el mundo agrada a Dios. Le caemos bien a Dios, y por eso Dios no tiene reparos en abrir las ventanas de los cielos y derramar toda clase de bendición sobre ti.
El favor de Dios es para el justo.


2- El favor de Dios es un acto de la justicia divina
Por justicia Dios no puede tratar a todos por igual. Porque Dios es justo no puede darle lo mismo a una persona que se está esforzando y a una que no se esfuerza.

No te hablo de salvación, sino de la retribución de Dios por el esfuerzo y el compromiso que tengamos.

Dios no hace acepción de personas, pero hará cosas por algunos que no hará por otros, por justicia divina.

Cuando la Biblia dice que Dios no hace acepción de personas quiere decir que Dios es justo, eso no quiere decir que tratará a todos por igual, porque dejaría de ser Justo. Dios es Justo con la gente, cada uno recibe lo que siembra, por lo que trabajó.

Por pensar que Dios tiene que bendecirnos a todos por igual es que existe una generación que vive a Dios con liviandad, sin compromiso pensando que Dios tiene el deber de bendecirlos en todo. Recuerda que el que es fiel en poco es puesto en mucho.

Ahora recuerda que no estoy hablando de salvación, sirvas o no a Dios te vas a salvar, pero si no te esfuerzas por las cosas no podrás recibir retribución.

Dios es un ser Justo y no puede tratar igual a todos.

Es impensable que Dios va a retribuir igual a una persona que nunca diezma a una que le pide a Dios los diezmos prestados y nunca se los paga.

Jamás Dios podría darle lo mismo a un cristiano que se esfuerza por el Reino de Dios que a un cristiano que no hace absolutamente nada, y que no se compromete.

Por eso la biblia siempre hace diferencia entre un creyente a un discípulo. Dijimos que el favor de Dios debemos entenderlo, pero además debemos provocarlo. Si queremos ver lo que nunca hemos visto tenemos que hacer lo que nunca hemos hecho.

Proverbios 16:9 Cuáles son aquellas cosas que Dios galardona.

La fe es honrada por Dios, y no me refiero a una confesión o a declarar versos de la biblia, me refiero a una experiencia de siempre.

Cuando ponemos todo lo que hay en nuestro corazón en las manos de Dios El nos va a guiar por el camino por el que debemos ir. Dios honra a quienes le honran. Honrar a Dios hace que Dios nos honre a nosotros. Honrar a Dios es vivir la vida que Dios quiere que vivamos.

En génesis 1 vemos como hasta el verso 26 Dios creó la corona de la creación. Fue hasta que Dios ordenó lo que estaba fuera de lugar. Lo primero que Dios hace es poner orden. Y cuando ya todo estuvo en orden vino la corona de la creación, el hombre, quiere decir que lo mejor está por venir, pero debemos primero ordenar nuestras cosas.

¿Cómo están nuestras finanzas, nuestra familia, nuestros dones?. Todo lo que se nos da debemos aprender a administrarlo de la mejor manera. El orden atrae el favor de Dios.

Dios honra el dar

Malaquías dice que traigamos nuestra ofrenda, es el mismo Dios quien reprenderá al devorador de nuestras cosas. Cuando honramos a Dios con el dar, Dios reprenderá al devorador por nosotros.

Recuerda que hay mandamientos con promesa, como honrar a tu padre y a tu madre, el segundo diezmar, si diezmamos las ventanas de los cielos se abren y el devorador es reprendido, el tercer mandamiento, dar a los pobres.

Lucas 6:34-36 Quizá a muchos no les guste la idea de prestar sin intereses, pero Dios no llama a no esperar nada a cambio cuando prestamos o damos. La Biblia dice que el que bendice al pobre a Dios presta. Dar honra a Dios.

El servir a Dios lo honra.

Hebreos 6:10 Dios va a honrar a esas personas que le sirven a Dios con fidelidad, con compromiso.

Dios va a honrar con misericordia, con bendiciones a esos servidores que durante el servicio están al tanto de los detalles, de darle comodidad a otros.

Y además el sacrificio honra a Dios. Jesús dijo que no había nadie que dejara casa, o padre, o esposo o hijos que no recibiera en esta vida cien veces más.
Eso es favor de Dios. Ahora cuando la Biblia dice esto lo dice no pensando en que hay que abandonar lo que sabemos que debemos cuidar, pero no puede estar en primer lugar, lo primero que debe estar en nuestra vida es el Reino de Dios, y Dios se ocupa de nuestros hijos, de nuestra salud, de nuestra familia.

Ese es el mejor negocio. Cuando nos ocupamos de las cosas de Dios El se ocupa de las nuestras y nos dará cien veces más.

Fe para hoy y para el proceso
Necesitamos fe para lo inmediato y eventual pero es más importante tenerla para continuar un proceso y verlo terminado.
  La Biblia dice que todo le es posible al que cree y yo enseño sobre la fe porque creer es lo que mejor hago.  Ahora aprenderemos que hay fe para diferentes cosas y problemas. Hay para cosas inmediatas como la sanidad que necesitas para sobrevivir un cáncer que supuestamente te matará en tres meses y también hay fe para el proceso de levantar una empresa que debe durar toda la vida.  Debemos tener fe para comer hoy como para conseguir el trabajo que nos proveerá el sustento a partir de este momento. No es lo mismo tener fe para predicar Palabra de conocimiento y profecía en media hora que para graduarse de la universidad. Necesitamos fe para lo inmediato y eventual pero es más importante tenerla para continuar un proceso y verlo terminado. Un empresario necesita que la fe e ayude a sacar su negocio adelante todos los día,  le ayude a  vender, pagar gastos y tener utilidades. Necesitamos fe para enfrentar procesos. Los milagros suceden en un momento pero si la fe no es constante, ese milagro puede irse tan rápido como llegó.  El Señor puede bendecirte con un buen negocio que sea el inicio de tu prosperidad futura, así como puede romper una maldición generacional pero los resultados tal vez no se vean inmediatamente y tu fe debe sostenerte hasta que el proceso culmine, aunque sean tus hijos o nietos quienes finalmente se beneficien de tu constancia.

Fe porque somos valiosos

Mateo 6:26-30 nos hace ver nuestro valor ante los ojos de Dios: Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe?


Dios hace de acuerdo a tu fe, así lo dijo Jesús: “conforme a tu fe te sea hecho”. Aunque te cueste creerlo, el Señor también habla de la fe para comer y para vestirte porque todo, desde lo más elemental hasta lo más sobrenatural requiere confianza en Él.  Nuestro Padre dice que podemos vestir mejor que la hierba del campo y así es. Nuestra presentación personal siempre debe reflejar el gran valor que tenemos como hijos de Dios.
Mi madre me decía: “remendado pero limpio”, es decir que no necesitamos trajes caros para vernos bien pero siempre debemos vestirnos dignamente y demostrar nuestra autoestima a los demás.  Ningún cristiano debe salir despeinado, sucio o mal vestido de su casa porque ese descuido refleja un grave problema interno.
Hay una relación directa entre la vida de fe y el valor que creemos tener. Esta pregunta: “¿no valéis más que ellas?” en el original dice: “¿no son más dignos ustedes que ellas?”  Dignidad, valor y estima son palabras claves para nosotros. Jesucristo derramó Su sangre para perdonarnos, ese fue el precio que se pagó por nuestra salvación así que somos muy valiosos porque merecimos ser comprados por la preciosa sangre sin mancha del Hijo de Dios. En economía se dice que el precio refleja el valor, así que debes convencerte que eres lo más valioso que existe porque la paga por ti fue aquello que vale más que nada en el mundo.
Solamente puedes orar y pedir cuando demuestras que tu fe vale porque tú eres valioso ante los ojos de Dios. Solamente quien se cree merecedor de mucho es capaz de acercarse al trono del Rey y pedirle lo que sabe que le pertenece. Tus oraciones son del tamaño de tu fe. Si crees que puedes pedir algo tipo A, Dios te lo dará, así como si crees que puede pedir algo tipo B o C. Lo mejor es pedir algo AAA porque lo mereces. Tu vida de fe evidencia cuánto vales ante los ojos de tu Padre Celestial. No pienses cautivar la atención del Señor provocando lástima porque esa estrategia puede servirte para engañar a tu familia, a tus amigos o tus compañeros de trabajo pero no para engañar a Dios que sabe el valor que te ha dado.  Esa actitud “pobrecito yo” es una condición del  alma que no te llevará a nada bueno.
Aprende a valorarte para poder valorar a otros y demostrar que eres hijo de Dios, nacido de nuevo por el Espíritu Santo.  Recuerda que Jesús no vino a fundar iglesias ni religiones sino a darnos esperanza.  Él es el dador de la fe y demanda que demostremos tenerla en cada proceso de nuestra vida.
Fe que influye los sentimientos y pensamientos
Mateo 8:25-26 relata lo que sucedió en medio de la tormenta: Y vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos! El les dijo: ¿Por qué teméis, hombres de poca fe? Entonces, levantándose, reprendió a los vientos y al mar; y se hizo grande bonanza.
Este pasaje nos habla del temor que dominó a los discípulos y les impidió ejercer su fe.  No permitamos que las emociones y sentimientos anulen nuestra confianza. Tener miedo frente a una tormenta en natural pero no cuando Jesús está en el barco contigo. Los sentimientos son producto de tu estado de fe. Si crees, te sientes seguro, ves un buen futuro, tienes la esperanza de que todo será bueno y sientes el valor que solo el Espíritu Santo puede darte. Cuando no crees, ves un mal futuro y te deprimes porque predices que te irá mal. La enfermedad asusta pero la falta de fe mata.  La crisis intimida pero la falta de fe deprime. Al contrario, la fe nos levanta.
Mateo 16:8 habla sobre la fe que influye los pensamientos: Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué pensáis dentro de vosotros, hombres de poca fe, que no tenéis pan?
En este pasaje Jesús cuestiona sus pensamientos negativos. La fe debe influir positivamente en nuestros pensamientos así como en nuestros sentimientos y en nuestra autoestima. En hebreos dice: “y por fe entendemos”. Nota que nuestro Señor habla en presente al decir: ”piensan que no tienen”, lo que significa que el hombre de poca fe piensa en presente cuando debería pensar que siempre tendrá en el futuro. El presente se convierte rápidamente en pasado, lo que leíste hace unos segundo ya pasó y lo único que queda es lo que leerás.  Para los hombres de fe solamente existe el futuro. Antes de lamentarte por lo que te falta, recuerda quién eres y todo lo que el Señor tiene prometido para tu vida. Las personas de fe no piensan en lo que no tienen sino en lo que nunca les hará falta porque Dios siempre estará con ellos.
Mateo 14:27-31 relata ese momento cuando los sentidos influyeron en la fe de Pedro: Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis! Entonces le respondió Pedro, y dijo: Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame! Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?
El ambiente estaba en penumbra y los discípulos no lo reconocieron pero luego, cuando ya sabían que era Él, Pedro se dejó influenciar por lo que la tormenta le decía a sus sentidos y dudó.  La fe debe influir en los sentimientos, pensamientos y sentidos. Debes poner la mirada en Jesús aunque alrededor se desate la tormenta. Él no te dejará caer si le demuestras que tienes fe en Su presencia. Cualquiera se asusta por una tormenta pero no si  el Señor está sobre las aguas y te llama a Su lado.
Pedro ejerció fe para lo inmediato y no fue suficiente porque igual de rápido comenzó a hundirse. Si tu fe es de momentos y no de procesos, podrías perder el milagro que recibiste tan rápido como vino.  Muchas personas que reciben sanidad y luego vuelven a enfermar dicen que no fue el Señor quien las salvó pero lo que realmente les falló fue la fe para ver más allá del momento. La duda puede llevarse aquello que la fe te dio.
Para evitarlo, debes hacer de la fe un estilo de vida constante.
Deja de afanarte por lo que no tienes. Si te preocupas porque este mes no hubo salario, demuestras que vives por lo material y no por fe. Debes reforzar tu confianza para sentirte tranquilo ya que aún tienes la fe que te sostendrá y te proveerá aún en los momentos difíciles. Comprende que la fe es un estilo de vida, no un momento de milagros. Pedro necesitó fe para vivir el milagro de caminar sobre el agua pero también la necesitó para continuar y no lo logró. Puedes dar un paso de fe y sorprenderte, pero perderlo en menos de 24 horas. No vivas de instantes o momentos fugaces como Pedro, esa no es la fe que se aplica a los extensos procesos de la vida. Puedes recibir el milagro de que tu esposo vuelva a casa pero si no demuestras fe y continúas tratándolo mal, seguramente se irá de nuevo,  así que debes demostrar tu fe en un comportamiento diferente, amoroso, lleno de estima y valor. No puedes salir de todos tus problemas pactando con Dios en instantes. Una mujer estéril puede recibir el milagro de concebir y tener un hijo pero su fe debe ser constante porque la necesitará también para educarlo y hacerlo un hombre de bien. Tu fe no puede ser fugaz, créele al Señor siempre.
Fe a pesar de las evidencias contrarias
Romanos 4:17-22 habla sobre la fe de Abraham: (como está escrito: Te he puesto por padre de muchas gentes) delante de Dios, a quien creyó, el cual da vida a los muertos, y llama las cosas que no son, como si fuesen. El creyó en esperanza contra esperanza, para llegar a ser padre de muchas gentes, conforme a lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y no se debilitó en la fe al considerar su cuerpo, que estaba ya como muerto (siendo de casi cien años), o la esterilidad de la matriz de Sara. Tampoco dudó, por incredulidad, de la promesa de Dios, sino que se fortaleció en fe, dando gloria a Dios, plenamente convencido de que era también poderoso para hacer todo lo que había prometido; por lo cual también su fe le fue contada por justicia.
Abraham demostró tener fe en ese difícil proceso de engendrar un hijo casi al final de su vida. Creyó a pesar de la duda de todos. En otra versión de la Biblia dice que cuando ya no había esperanza tuvo fe para tener esperanza. Su milagro era realmente difícil de creer, no había antecedente de algo parecido, nada podía asegurarle que era posible, su fe lo sostuvo hasta el final. Tal vez nuestro problema actual es que podemos leer los testimonios en la Biblia y sentimos que no somos dignos como esos hombres, pero el Señor nos dice que sí es posible. Abraham no tenía un CD de Noches de Gloria y no podía escuchar Palabra en un programa de televisión, solamente estaba conectado con el Señor y creyó.  No des por perdida tu esperanza. Si crees que Dios hará el milagro, no importa qué piensen tus amigos, esposa o hijos, para Dios es suficiente que tú le creas.
Dios ya obró en tu vida
Génesis 17:5-6 cuenta la promesa de Dios para Abraham:Y no se llamará más tu nombre Abram, sino que será tu nombre Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes. Y te multiplicaré en gran manera, y haré naciones de ti, y reyes saldrán de ti.
Lo primero que el Señor hizo fue cambiarle de nombre por uno que significa “padre de multitudes”. Aún faltaban muchos años para que naciera el hijo de Abraham pero la promesa ya estaba dicha.  De nuevo debemos meditar en los verbos que nos revelan algo muy poderoso. Dios no dijo “te pondré por padre de muchedumbre”, sino que dijo “te he puesto”. El verbo está en presente porque para Él la promesa ya estaba cumplida, la Palabra ya estaba hecha porque cuando Él promete debemos tener la seguridad de que  ya obró, aunque todavía no lo veamos realizado. En otras palabras, Dios habla del futuro en pasado porque ya todo fue hecho.  Para decirle a Abraham su futuro le habló en pasado. Es como tener un “dejavú” que nos hace sentir que lo que estamos viviendo ya había sucedido antes. Por esa razón la Biblia dice: “por Su llaga fuimos curados”.
El libro de Apocalipsis dice: “y el Cordero de Dios que fue inmolado antes de la fundación del mundo”. Esto quiere decir que cuando Jesús llegó a la cruz, para Dios esto ya había ocurrido. Fe es tener la convicción de que Dios ya vio tu futuro de bien y lo verás cumplido. Yo puedo ver que ya prediqué en el nuevo templo, muchas familias ya se convirtieron y hay milagros que ya sucedieron allí. 
Eso es hablar en fe. Lo que Dios hará contigo ya pasó y es grandioso. El Señor ya te bendijo más allá de lo que puedes pensar y sentir. Dale gracias por lo que hizo en tu vida y créele con todo el corazón que serás capaz de alcanzar ese futuro de paz y prosperidad que ya te ha dado.

Aprendiendo a vivir en libertad

Myles Munroe

La liberación brinda la oportunidad para la libertad, y no el cumplimiento de la libertad.

 
La libertad es una responsabilidad que solo los maduros pueden aceptar y sobrellevar. Se da en nuestra mente cuando aceptamos nuestra responsabilidad de avanzar y permitir el reacondicionamiento de nuestro pensamiento opresivo. Quienes no avanzan viajan en interminable círculo porque nada cambia de verdad hasta tanto cambie la mente.
Leí un informe sobre un científico que estudia el poder del condicionamiento. El equipo de este científico ató a un perro a un poste. Luego pusieron su alimento justo fuera de su alcance. Cuando el perro intentaba llegar a la comida, se lastimaba, porque su correa no era lo suficientemente larga. Cada vez que tironeaba para llegar a la comida, sentía dolor. A la cuarta semana de este cruel experimento, el perro permanecía junto al poste. Ni siquiera intentaba llegar a la comida. Durante la quinta semana le quitaron la correa y lo ubicaron a sesenta centímetros del alimento. Pero el perro permanecía cerca del poste. El animal se negaba a acercarse a la comida. Había sido condicionado por el dolor que le impedía buscar el alimento que ahora era libre de comer, porque creía que no podría hacerlo.
Este experimento, cruel como es, demostró que cuando la mente del animal está condicionada, vivirá dentro de las limitaciones impuestas por el condicionamiento, aún después de ser librado del mismo. También ilustra con claridad el problema que Dios tuvo con los hijos de Israel. Estaban sometidos a la esclavitud, atados al poste de Faraón, como lo habían estado durante cuatrocientos treinta años. Luego, un día Dios envió a un hombre llamado Moisés para que quitara la correa y los dejara libres. Y este liberó a Israel de la mano de su opresor. Pero liberarlos de sus pensamientos de opresión fue algo totalmente diferente.
La razón por la que Dios se negó a llevar a los israelitas directamente a Canaán después de su liberación, fue porque seguían mentalmente siendo esclavos de Egipto.
Si bien habían sido liberados, todavía no eran libres. Así que Dios debió lidiar con sus mentes aunque sus cuerpos estaban ya libres de la opresión. Esta ilustración capta el principio que se aplica a las personas, las comunidades y las naciones: las condiciones determinan la conducta hasta que son interrumpidas por una fuerza externa.
El componente importante que falta en la vida de muchas creyentes y comunidades cristianas es la base del conocimiento sobre la administración. No hemos aprendido a dominar la irresponsabilidad que nos legó Adán, y hemos malinterpretado y administrado mal nuestro llamado a gobernar la Tierra.
Para muchos de nosotros el cielo es el objetivo y la opresión es nuestro modo de pensar. Como los hebreos en la antigüedad, marchamos en círculo sin ver la buena vida en la Tierra. Mientras tanto podremos hablar en lenguas, pero no sabemos hablar con el banquero. Podemos saltar y danzar “en el Espíritu”, pero no sabemos manejar nuestras propias vidas.
Hay cristianos supuestamente exitosos que tienen título y posición en grandes compañías, pero no pueden manejar a su propia familia. Ganan muchísimo dinero al año, pero siguen dando vueltas en el desierto cuando se trata de amar a sus esposas. Han aprendido a ganar y administrar el dinero, pero no saben manejar sus hogares. El Salmo 127:1 dice: “Si el Señor no edifica la casa, en vano se esfuerzan los albañiles”. Dios ha designado plenitud para cada uno de nosotros.
El fin de la creación
La libertad –lo que es y lo que no– es el principio central de la relación original de Adán. En el relato de Génesis, Dios el Creador puso al hombre en el Jardín y dijo: “Eres libre”.
“Y [Dios] le dio este mandato: ‘Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás’” (Génesis 2:16-17, énfasis añadido).
Dios declaró que el hombre era libre y le dio trabajo. La libertad es algo básico en la voluntad de Dios para el hombre. Adán era libre de producir, duplicar, multiplicar y fructificar todo lo que Dios le había dado para hacer, pero no era libre de violar la ley de Dios. Dios puso solo un elemento en el Jardín para mantener la obediencia del hombre: al árbol del conocimiento del bien y del mal. Imagine los millones de árboles que Dios había creado y, sin embargo, puso un cartel de “no pasar”, frente a uno solo. Esto era necesario para poder activar la voluntad del hombre por medio del poder de elección.
Quizá usted haya construido una linda casa al borde del desierto de Sinaí. Se siente cómodo en su opresión, pero sabe que Dios tiene mucho más reservado para usted. Ha dejado de creer en los milagros porque ya no los ve. No ha escuchado a los mentores que se le asignaron en la vida. Y no ha sido fiel a La Palabra de Dios. Ha sido liberado pero aún no es libre. Y sabe que hay más en la vida, más que esto.
No hay forma de entrar en la libertad sin soportar el peso de su responsabilidad. Si quiere ascender al puesto de gerente, debe estar dispuesto a aceptar la responsabilidad de esta posición. El precio de la responsabilidad requiere de más tiempo, talento, energía, iniciativa y sustancia. El título es bueno; la paga, maravillosa; pero la carga laboral es siete veces mayor. Tiene que estar allí todos los días antes que todos los demás, y será el último en dejar la oficina. Si algo sale mal, lo llamarán a usted, de día o de noche. Si el caño de agua se rompe a las 03:00, recibirá una llamada de teléfono.
Es fácil ser encargado de limpieza, porque puede irse a las 17:00. Cuando trabaja como empleado, a veces podrá salir a almorzar y tardar mucho tiempo, porque casi nadie se dará cuenta. Pero si quiere progresar debe madurar a la responsabilidad de la libertad, porque hay un costo.
Liberarse del opresor no garantiza que nos liberemos de la opresión. Pero la responsabilidad sí nos da esta garantía. La responsabilidad hace que decidamos esforzarnos para levantarnos más temprano y trabajar todo el día hasta terminar con la tarea. Y esto es lo que nos permite hacer la libertad cuando sinceramente queremos ser libres de veras.
Hay mucha gente que desperdicia su vida como prisionero de su propia celda. Las palabras de libertad de Cristo quizá estén pegadas en las paredes de su sala. Pero muchos viven en su celda con la puerta abierta de par en par, esclavizados por el espíritu de opresión que los tenía atados antes de aceptar la liberación.
La palabra evangelio significa “buena nueva, buen informe, buen heraldo o buena información”. La buena nueva del reino es que Jesús convierte nuestra liberación en libertad.
Cuando una persona nace de nuevo, el Espíritu de Dios “re-crea” su ser interior y habita allí. Pero la libertad que nos llega a nuestra mente y nuestras acciones depende enteramente de nosotros. Somos libres de salir de nuestra celda, y somos libres de permanecer allí, porque de acuerdo al evangelio de Cristo nadie es puesto es libertad automáticamente.
El gran apóstol Pablo escribió: “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1).
A medida que la Iglesia, las naciones y las personas viajan por el camino de la responsabilidad, es importante entender que muchos hemos sido condicionados por nuestra anterior opresión. Nuestro condicionamiento social, económico y religioso nos ata a un poste invisible, lo cual nos impide avanzar en los asuntos de Dios. La puerta de la cárcel está abierta, pero igualmente seguimos allí sentados, oprimidos y atados.
Es por esto que Pablo nos dice que estemos firmes en contra del condicionamiento, para renovar nuestras mentes al cambiar nuestro viejo modo de pensar.
¡Adiós, Egipto!
Ahora, aquí está el punto de la cuestión: cuando algunos se iban de Egipto, llevaban sus viejas tablas de lavar ropa con ellos. Cuando llegaban a Canaán, llevaban las tablas a lavar al lavadero automático, las ponían dentro de la máquina y comenzaban a lavar. Ni siquiera pensaban para qué servirían los botones y relojes de los comandos. Las maravillas electrónicas estaban frente a sus ojos, pero estaban tan condicionados a la esclavitud que ni siquiera se preguntaban qué será esto nuevo que hay delante de sus narices.
Esta es una buena ilustración de lo que significa estar libre pero no ser libre. Las máquinas de lavar la ropa hacen todo el trabajo con solo apretar un botón. Los dedos arruinados por el agua y el jabón, los brazos dolidos por refregar, son cosa del pasado. Pero cuando el pasado consume nuestro presente, da lo mismo. El lavadero automático es un nuevo lugar donde podemos hacer lo mismo que hacíamos en el río. Es el tipo de pensamientos opresivo que Dios quiere que dejemos atrás. Claro que es difícil cambiar; sin transformación mental, todo lo que hagamos para “cambiar” quizá solo produzca un nuevo lugar donde haremos lo que hacíamos antes.
Hay millones de personas hoy que siguen atadas al poste, o que friegan la ropa en el lavadero automático, a causa del opresivo condicionamiento pasado que aún controla su presente. Muchos han sido condicionados para decir: “No puedo ser santo; soy un gusano que espera por el cielo. Espero poder entrar, porque por cierto no puedo ser justo en la Tierra. ¿Qué comeremos esta noche en la prisión? No puedo ser yo mismo. No puedo ser liberado. No puedo ser sanado. No puedo ser libre”.
Están tan acostumbrados a creen en esas mentiras, que cuando Dios les dice que son libres no pueden creerlo. Siguen sentados en su celda, oyendo la buena nueva de la libertad del evangelio, pero sin creer lo que oyen.
Millones de personas están atadas por su pasado. Aunque se les han quitado las cadenas, siguen atadas por las mentiras del condicionamiento egipcio de que jamás podrán salir a caminar en libertad para disfrutar del fruto de su destino. La comodidad de que otros controlen su vida en la esclavitud es demasiado atractiva para muchas personas. Así que se quedan cerca del poste, muriendo de hambre. No ejercitan sus mentes y jamás llegan a conocer lo que hay más allá de las puertas de su cómoda prisión.
El mensaje del Creador en este siglo XXI es: la obediencia exige la responsabilidad de salir de nuestra prisión. Hemos andado sin rumbo en el desierto, nombrando y clamando por las cosas durante ya mucho tiempo. Nuestro viaje gratis ha terminado. ¡Es hora de comenzar a trabajar!
Renueve su mente
Suena asombroso, pero lo único que Dios no podía hacer con los hebreos en el desierto era que cambiaran de mentalidad. Tampoco puede cambiar la nuestra. Nos inspirará con deseos justos y santos, pero Él no nos cambiará. Porque el único que puede cambiar mi mente soy yo mismo, el único que puede renovar su mente es usted mismo. Es por esto que Pablo escribió en su carta a la iglesia cristiana de Roma: “No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente. Así podrán comprobar cuál es la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2).
La palabra “transformados” que utiliza Pablo en este versículo es “cambien”. Pero esto no tiene nada que ver con nuestro espíritu. La transformación espiritual sucede cuando nacemos de nuevo. Cuando cambiamos de reino renovamos nuestro espíritu. Es la mente lo que debe renovarse antes de que podamos despojarnos de nuestras cadenas de opresión.
El problema es que cuando nacemos de nuevo en el espíritu, seguimos con las viejas tablas de lavar en la mano. Seguimos cargando todo este peso. Seguimos con nuestros viejos patrones de pensamiento. Debemos renovar nuestra mente.
El alma consiste de mente, voluntad y emociones. Nada cambia si no cambia el alma. Es la ley de Dios. Su verdad escrita y activa, su ley, es la que cambia y convierte el alma. ¿Alguna vez oyó decir que “el hombre es lo que come”? ¿Y “alimento para el alma”? Estas dos frases llevan la sabiduría y la clave al cambio y la libertad. Lo que usted dé de comer a su alma determinará su calidad de vida y su grado de libertad.
“La ley del Señor es perfecta: infunde nuevo aliento. El mandato del Señor es digno de confianza: da sabiduría al sencillo” (Salmo 19:7).
El libro de Hebreos nos dice: “Ciertamente, la palabra de Dios es viva y poderosa, y más cortante que cualquier espada de dos filos. Penetra hasta lo más profundo del alma y del espíritu, hasta la médula de los huesos, y juzga los pensamientos y las intenciones del corazón” (4:12). El alma está aparte del espíritu del hombre, “re-creada” en el nuevo nacimiento. La palabra “alma” en griego bíblico es psuche, y se refiere al “asiento de los sentimientos, deseos, afectos y aversiones”.
El apóstol Santiago escribe: “Por esto, despójense de toda inmundicia y de la maldad que tanto abunda, para que puedan recibir con humildad la palabra sembrada en ustedes, la cual tiene poder para salvarles la vida” (1:21).
El cambio viene a través del reacondicionamiento mental, después del nuevo nacimiento. Así que depende de cada persona la salvación de su alma después de que su espíritu ha nacido de nuevo. Si no lo hacemos, seguiremos junto al mismo viejo poste, en la misma vieja celda para la que nos condicionó nuestra mente carnal antes de que naciéramos de nuevo. Todos debemos renovar y re-entrenar nuestra mente para la libertad.
¿Alguna vez ha dicho usted “necesito un cambio”? En respuesta a esto, muchos personas cambiar de lugar, de país, de trabajo, de cónyuge... para descubrir que siguen frustrados. ¿Por qué? Porque el cambio no depende de dónde vayamos, sino de qué es lo que sabemos. La transformación comienza con la información. Si de veras quiere cambiar, cambie su biblioteca, sus amigos y sus influencias.
Lo que una persona piensa de sí misma es clave para determinar lo que pensará de los demás y de la vida en general. ¿Sabe usted cuál es el problema número uno de Dios en el planeta? Son los humanos con espíritus liberados pero con las mismas mentes oprimidas. Debe soportar mentes viejas y llenas de basura en un reino nuevo y santo, y nosotros somos los que desvalorizamos a Dios, con nuestras malas actitudes y con el modo en que tratamos a los demás y a nosotros mismos.
Dios sabía que no podía llevar a los israelitas directamente a la libertad cuando Moisés los liberó, porque habrían convertido a Canaán en Egipto. Así que se tomó el tiempo para trabajar en sus mentes. Aquellos cuyas mentes no pudo cambiar, fueron enterrados en el desierto.
Solo las personas maduras, dispuestas a pelear y a asumir la responsabilidad por el futuro, darán fruto para Dios en el nuevo milenio. Creo que enterraremos en el desierto a algunas personas porque no están listas para la enorme responsabilidad que nos espera. Seguirán clamando y gritando, o sentadas sin hacer nada, y cuando Dios deje de responder a sus oraciones de bebé, pensarán que Él se ha ido. Entonces murmurarán y morirán en el desierto como sucedió con los israelitas. Dios despertará a muchos de ellos, pero algunos tendrán oídos espiritualmente sordos.
Se necesitan mentes libres y mucho coraje para enfrentarse a Jericó. Se necesita una columna vertebral fuerte para mirar a los reyes amalecitas y declarar: “Los derrotaremos”. Se necesitan fortaleza interior para pararse y decirle a Josué: “Podemos tomar la tierra”. Es más fácil existir en la esclavitud que vivir en la libertad. Es por esto que muchas personas, comunidades y naciones que han sentido la excitación de la liberación, convierten su celebración en critica, y se enfrentan a la realidad de la responsabilidad.
Deje atrás el pasado
Cuando Dios liberó a los israelitas de Egipto, les dio la oportunidad de ser libres. Pero ellos rechazaron esta oportunidad. Así que Dios los enterró en el desierto y utilizó a sus hijos, no nacidos en Egipto, para que poseyeran la tierra prometida.
La liberación brinda la oportunidad para la libertad, y no el cumplimiento de la libertad. La puerta de la cárcel está abierta, pero debemos decidirnos a salir. Una vez que llegamos al desierto, miremos bien con quién nos juntamos. Si nos juntamos con gente que piensa en la esclavitud egipcia, nos contaminarán. Fue por esta razón que Dios no permitió que los padres circuncidaran a los hijos. Dios no quería que esta nueva generación llevara una marca efectuada por los padres con mentalidad de esclavos. No quería que ningún recuerdo de Egipto les hiciera pensar en su pasado de esclavitud. “Dios les había prometido a sus antepasados que les daría una tierra donde abundan la leche y la miel. Pero los israelitas que salieron de Egipto no obedecieron al Señor, y por ello él juró que no verían esa tierra. En consecuencia, deambularon por el desierto durante cuarenta años, hasta que murieron todos los varones en edad militar. A los hijos de éstos, a quienes Dios puso en lugar de ellos, los circuncidó Josué, pues no habían sido circuncidados durante el viaje” (Josué 5:6-7, énfasis añadido).
A veces me siento y converso con gente mayor, pero hay algunos con los que debo tomar cuidado. Hay quienes solo hablan de su opresión. Y pueden hablar durante horas, siempre de lo mismo. Si uno se queda allá, escuchando, puede llegar a sentir odio por la gente que ni siquiera conoce. Así que tome cuidado; el pasado opresivo de otros puede contaminar su espíritu e inhibir su verdadera libertad.
Nos preocupamos tanto por las realidades del pasado, que nuestro presente y futuro pueden consumirse. Algunas personas están ocupadas dejando atrás su pasado, que no tienen tiempo de vivir su futuro. Pablo nos dice: “Olvidando lo que queda atrás y esforzándome por alcanzar lo que está delante, sigo avanzando hacia la meta para ganar el premio que Dios ofrece mediante su llamamiento celestial en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13-14).
A esto Dios agrega en Isaías 43: “Olviden las cosas de antaño; ya no vivan en el pasado. ¡Voy a hacer algo nuevo! Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta? Estoy abriendo un camino en el desierto, y ríos en lugares desolados” (vv. 18-19). Esto no significa que debamos fingir que el pasado no existe. Sencillamente no debemos permitir que controle, inhiba o condene nuestro futuro.
Esta es la poderosa palabra para la Iglesia del siglo XXI. Hoy nos embarcamos en una era totalmente nueva para la iglesia. Pero para poder avanzar con la guía de Dios debemos mirar nuestras vidas y tomar una decisión responsable de “olvidar las cosas pasadas”. No podemos preocuparnos con el modo en que nos trataban o cómo éramos, porque esto solo produce amargura. Debemos considerar toda ofensa pasada como obra de alguien que ignoraba perdonar y seguir adelante. El pasado será tan fuerte como le permitamos serlo. Para los israelitas el olor a cebolla y ajo era más fuerte que su deseo de probar la dulce miel y la leche.
Este es un tema central para la salvación espiritual. Para ser salvo, debe uno volver la espalda al lugar al cual se dirigía y a la gente con quien uno andaba, y tomar la dirección apuesta.
No podemos mirar atrás al desierto ni a Egipto. Esos días de gloria del movimiento carismático han pasado. Saltamos, gritamos, bailamos y caemos por costumbre, porque la unción ya no está. Pero Dios no se ha ido. “Nadie que mire atrás después de poner la mano en el arado es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). Dios tiene un nivel de responsabilidad para poder avanzar con su llamado. Usted no puede aferrarse a lo nuevo si no deja atrás lo viejo.
Del mismo modo en que Dios llamó a los israelitas, lo llama a usted a ser libre. Es tiempo de madurar. Es tiempo de deshacerse del horrible olor egipcio. Póngase de pie, deje su celda, báñese en la sangre de Cristo una vez más. Deje los sándwiches de cebolla y puerro que comía en El Cairo y lávese con la verdad de La Palabra de Dios. Quítese el olor a ajo.
La iglesia mundial está hoy al borde del desierto. Podemos oír al Jordán que fluye, justo del otro lado de la colina. Estamos cerca del final de nuestra generación y avanzamos hacia la Tierra Prometida, así que es hora de aprender a caminar en nuestra libertad. Es hora de dejar de jugar y romper las cadenas que nos tienen amarrados al poste.
Tomado del libro: En busca de la libertad de Editorial Peniel


Conozca a Dios como Padre
Muchos de nosotros estamos tan ocupados en tratar de agradar a Dios en las cosas que hacemos que olvidamos que nuestro llamamiento más importante es la comunión con Él
  Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar ora vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!
– Romanos 8:15
Una noche, después de un culto de adoración, un amigo mío y yo salimos del templo. Cuando estábamos afuera, de pronto nos quedamos maravillados al ver la belleza que nos rodeaba. Era una de esas lindas noches de invierno completamente despejadas en las que el resplandor de la luna y de las estrellas lo dejan a uno boquiabierto. Le dije a mi amigo: "Tomás, ¡mira eso!" Él miró hacia arriba con una de esas sonrisas inspiradas por el Espíritu Santo y con una voz llena de ternura dijo: "¡Mi Papá hizo eso!"
"Mi Papá... ". Nunca olvidaré la manera en que lo dijo.
Hay algunos que piensan que él no debió haber usado palabras tan informarles para dirigirse a Dios, pero se equivocan. Es bíblico dirigirse de esa manera a Dios. En el Nuevo Testamento la palabra griega para padre es "abba". La traducción equivalente en español es "papá". Es una palabra que significa cercanía, e implica una relación que ha sido cultivada a través del tiempo. Padre es una cosa y papá es otra.
Cuando me criaba, mi padre a veces era mi padre y a veces mi papá. Cuando nos íbamos a cazar patos, él era "papá"; cuando daba órdenes que quería que se obedecieran al instante, él era "padre".
Lo mismo podemos decir de Dios: Él es nuestro Padre y nuestro Papá. A veces vamos a estar hablando muy seriamente con Él algunos asuntos; otras veces la conversación será más amena. En todo caso, una vez que usted llegue a conocerlo más íntimamente, le aseguro que va a querer estar cerca de Él todo el tiempo. Leer Romanos 8:14-18
Su llamamiento más importante
Fiel es Dios, por el cual fuisteis llamados a la comunión con su Hijo Jesucristo nuestro Señor.
– 1 Corintios 1:9
¿Sabe usted lo que Dios quiere que haga más que cualquier otra cosa? Lo que Él más desea es que usted tenga comunión con Él. Su Padre celestial desea que usted ande y hable con Él, que usted le cuente las cosas de la vida y que se acerque con toda confianza a Él y sea partícipe de su naturaleza.
Muchos de nosotros estamos tan ocupados en tratar de agradar a Dios en las cosas que hacemos que olvidamos que nuestro llamamiento más importante es la comunión con Él. Así es, Dios anhela que deseemos estar con Él.
¿Se ha puesto a pensar lo que significaría para Dios que usted un día le dijera: "Padre, hoy no voy a pedirte nada. Ya he orado en cuanto a mis necesidades y tu Palabra dice que las suplirás conforme a tus riquezas en gloria en Cristo Jesús. Ahora solo deseo estar contigo. Si hay algo que quisieras decirme, estoy bien dispuesto para escucharte, y cualquier cosa que vea en tu Palabra, la haré y la pondré en práctica en mi vida"?
¿Por qué no le dice eso al Señor hoy mismo? Él está esperando tener comunión con usted.
¿Para qué le creó Dios?
Lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos, para que también vosotros tengáis comunión con nosotros; y nuestra comunión verdaderamente es con el Padre, y con su Hijo Jesucristo. – 1 Juan 1:3
El hombre es realmente un ser especial: ha sido hecho a la imagen de Dios y ha sido creado para tener comunión con Dios.
Hay gente que tiene la idea de que Dios hizo al hombre para tener a alguien a quien controlar. Pero Dios no es un controlador. Él es amor, y el amor necesita darse a alguien. Por eso Dios creó al hombre: para poder darle su amor.
Dios pudo haber dado su amor a los ángeles, y lo hizo. Pero el darle su amor a los ángeles no fue satisfacción suficiente. ¿Por qué? Porque los ángeles no están hechos a la imagen de Dios.
En ese sentido, usted actúa de la misma manera. Por ejemplo, digamos que tiene un perrito en su casa.
Puede entretenerse con ese animalito hasta cierto punto, pero luego llega el momento en que desea hablar con alguien, llega el momento en que necesita tener comunicación a su nivel. La razón por la cual usted es así es porque fue creado a la imagen de Dios. Así es Él. Dios desea tener comunión con alguien como Él.
Atrévase a creer que usted es realmente especial, único en la creación, hecho por Dios a su imagen. Atrévase a recibir el amor de Dios y a corresponder a ese amor.

Somos lo que creemos
El ser humano prefiere quedarse a vivir en un territorio conocido, aunque este en realidad sea una prisión, con tal de evitarse el sufrimiento que significa el cambio.
  Paradigmas, pensamientos, fortalezas mentales causantes de la falta de cambio. “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre (...) renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestios del nuevo hombre, creado según Dios” (Efesios 4:22-24).
Los paradigmas para los creyentes son aquellas estructuras mentales firmes, resistentes al cambio y casi siempre negativas, que gradualmente reducen la visión, la esperanza y la fe.
Los paradigmas están formados por pensamientos que se aglutinan en conceptos y van dando forma a nuestra manera de pensar, para culminar afectando directamente nuestra conducta.
El peligro radica en el hecho que una vez que una persona recibe un paradigma, pasa a almacenarlo en su memoria y no vuelve a cuestionarlo más; lo acepta como la verdad definitiva, sin percatarse que en realidad se ha convertido en un esclavo del paradigma. En otras palabras, los paradigmas vienen a ser bloqueos mentales –más sólidos que una pared de concreto armado– que nos separan de las bendiciones que Dios desea otorgarnos.
He conocido personas que no aceptan la sanidad divina, porque les enseñaron que Dios ya no sana hoy. Recibieron la enseñanza, la guardaron en su corazón y la hicieron suya. Cuando llega la enfermedad, acuden al médico y buscan alivio por todos los medios naturales disponibles. Sin embargo, sus paradigmas les impiden esperar un milagro de sanidad, les prohíben literalmente creer a Dios por una intervención divina.
En una oportunidad me encontraba en México en una reunión. Descendió la gloria de Dios con gran poder y la virtud sanadora de Cristo comenzó a sanar a todos los que necesitaban sanidad.

Recibí de Dios una palabra de conocimiento e invité a aquellos que tenían problemas para caminar a que pasaran al altar. Llegaron los que estaban en sillas de ruedas, se acercaron los que caminaban con la ayuda de un andador… en fin, el área frente a la plataforma estaba repleta de personas. Pronto, Dios comenzó a tocar a cada uno...
Yo, que contemplaba todo desde la plataforma, me percaté que una hermana, una señora de edad avanzada, permanecía inmóvil.
– Hermana, ¿desea que ore por usted? –le pregunté acercándome a ella.
– Yo no puedo caminar –respondió.
– Pero, ¿ve usted lo que Dios está haciendo? ¿Se da cuenta de los milagros que están pasando a su alrededor? –inquirí.
– Yo no puedo caminar –me repitió.
Volví a la carga, invitándola, desafiándola a creer.
– Ya le dije que yo no puedo caminar –insistió.
Bueno, yo perdí un poco la paciencia.
– Yo no le pregunto si puede caminar. Yo le pregunto si usted desea recibir un milagro de Dios.
– ¡Yo no puedo caminar!
A estas alturas yo ya estaba muy enojado con el diablo al percibir que las fortalezas mentales de esta mujer la tenían totalmente aprisionada. Como queriendo proceder contra esas fortalezas mentales, alcé mi mano y con fuerza la “impuse” sobre la espalda de ella. Ante el golpe –y para sorpresa de todos– la mujer comenzó a correr. No solo caminó. Ella corría delante de todos nosotros. Sí, hubo necesidad de darle “un pequeño empujón”, pero logró zafarse de las cadenas de prisión a las que había estado sometida por causa de lo que creía con todo su corazón (ver Proverbios 23:7).
Los paradigmas son ideas que nos impiden cambiar, nos impiden creer y esperar recibir bendiciones de parte de Dios. Son estructuras intelectuales y emocionales que nos adhieren a la realidad presente.
La necesidad de renovar continuamente nuestro entendimiento a través de La Palabra de Dios, se hace imprescindible, si es que hemos de avanzar.
Me viene a la mente la cita del doctor José Batista: “El cambio no es aprender, es desaprender; el desaprender produce sufrimiento, puesto que la lucha contra las grabaciones neurofisiológicas grabadas por las experiencias, los refuerzos y las consideraciones, mantienen a la persona atada a la realidad conocida que, como no hace reto al sistema neurofisiológico, no produce sufrimiento; por lo tanto, no se rechaza. El problema es serio cuando aquel es confrontado con la nueva realidad, que demanda un cambio; entonces está totalmente desarmado para el cambio, puesto que se niega a sufrir”.
El ser humano prefiere quedarse a vivir en un territorio conocido, aunque este en realidad sea una prisión, con tal de evitarse el sufrimiento que significa el cambio, como lo explica el Dr. Batista.
Si queremos identificar los paradigmas que nos dominan, basta con revisar nuestra reacción cuando somos desafiados a creer en Dios.
Cuando La Palabra de Dios, una prédica o un amigo se acerca y nos invita a estirar nuestra fe, a creerle a Dios por algo mayor de lo que estamos acostumbrados a creer, solemos ventilar todas las excusas, frustraciones y paradigmas que hemos memorizado.
En este sentido, los paradigmas pueden funcionar como una especie de mecanismo de defensa.
El creyente necesita una transformación integral, una que incluya la renovación del entendimiento y la adopción de una cosmovisión totalmente bíblica.
Extracto Tomado del libro: El poder transformador del evangelio de Jesucristo Editorial Peniel