lunes, 1 de noviembre de 2010

Bástate en mi Gracia



Segunda Corintios 12: 7- 9


“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera; respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor, que lo quite de mí. Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad.”

¡El gozo de trabajar en su obra! La felicidad que sobreabunda cuando recibimos las felicitaciones y los comentarios positivos de nuestros hermanos en la iglesia. El orgullo santo que sentimos cuando reconocen nuestro trabajo, cuando lo alaban por su grandeza por la bendición que da y la paz o amor que inspira.

Lamentablemente se nos olvida que esto viene de Dios, se nos escapa de la mente y el corazón que el talento, las ideas, las fuerzas y la gracia llegaron de Él. O sea, que el artista, el verdadero dueño de todo la gloria, de los aplausos, de los comentarios y el crédito es Jesucristo y no nosotros. ¿Nosotros? Simples siervos, vasos que en sus manos somos útiles para toda buena obra.

¡Que triste es, cuando esto se nos escapa! Tan lindo que es darle toda la gloria a Él y reconocer que por sus gracia es que lo hemos logrado. Pero, la naturaleza humana, el deseo de ser alabados y recibir crédito ajeno siempre tocan la puerta y en algún momento u otro nosotros les respondemos. Por eso es que nos han sido dadas las debilidades. Un aguijón, una espina que nos pulla con la verdad de nuestra condición: que somos seres débiles y que nuestras fuerzas vienen de Dios.

Tenemos justo al lado, es más, dentro de nosotros, existe una debilidad con la cual peleamos, día a día. Un aguijón un mensajero del maligno que nos abofetea cada vez que puede, que quiere y que se lo permitimos. Este mensajero nos atormenta constantemente recordándonos que aunque seamos Hijos de Dios, seguimos siendo débiles ante el deseo de la carne.

Podemos irnos en ayuno y oración, y rogar por la liberación de este aguijón. ¡Qué alivio tan grande sería ese! Por cada debilidad que nos ataque, un tiempo de ayuno y oración para que sea apartada de nosotros. Sin embargo, Dios nos dice: “Bástate en mi gracia, porque mi poder se perfecciona en la debilidad.” Entonces, somos débiles para que Dios se fortalezca en nosotros. En medio de nuestras debilidades el poder de Dios se manifiesta en sobremanera en nuestras vidas.

Cuando nos bastamos de la gracia de Dios, y nos declaramos débiles sin Él, vasos inútiles sino estamos en sus manos adquirimos el fortalecimiento para soportar la debilidad. Recibimos la fuerza divina para pelear contra la tentación, fortalecemos lo que una vez fue nuestra debilidad y somos capaces de continuar hacia adelante, dispuestos a fortalecer otras áreas y crecer en otros campos. Con sólo bastarnos en su gracia, fortalecemos nuestro ser, dominamos nuestra carne, vencemos al enemigo y recordamos eternamente; que sin Él...tenemos nada y con Él tenemos TODO.

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