Si has tenido alguna vez o tienes un celular estás al tanto de que tienes que mantenerlo con su batería recargada. En algún momento del día tienes que reposarlo para que recargue y pueda continuar funcionando adecuadamente. Si no lo haces puedes quedarte incomunicado porque se te apagará, sin pasar por alto que le haces un grave daño a su batería ya que la misma necesita estar siempre cargada. ¿Alguna vez has tenido la oportunidad de ver un celular que aun con su batería recargada funcione incorrectamente? No es lo usual, pero puede suceder. Cuando esto pasa entonces recuerdas que debes llevarlo a que lo arreglen o que te den uno nuevo.
La oración, el ayuno, la lectura de la palabra, la alabanza y adoración, el congregarse en una iglesia son algunas de las cosas que todo cristiano hace para mantenerse activo en los caminos de Dios y mantener su relación personal ferviente. Estas son nuestras recargas espirituales, ellas mantienen nuestro espíritu y nuestras fuerzas (baterías) recargadas. En momentos del día, sacamos nuestros minutos u horas para reposar y recargarnos. Estas recargas son las que nos ayudan a continuar, a seguir perseverando sin importar la tormenta. Son ellas mediante las cuales nuestro Todo Poderoso Dios nos da la victoria y la fortaleza para reclamar la misma. Sin embargo ¿como es, que aún cuando nos mantenemos recargados flaqueamos y en momentos nos debilitamos y hasta desanimamos? Esto sucede porque dependemos de las fuerzas que solo Dios nos puede dar. En esos momentos donde comenzamos a “funcionar incorrectamente” es que nos recordamos que Dios se gloría en nuestras debilidades y que en medio de nuestras tempestades Él nos da la paz.
“Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo. 10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.” 2da Corintios 11:9
Si no tuviéramos estos defectos nos olvidaríamos de la dependencia constante que tenemos de Él. Si no fuéramos tan débiles no podríamos ver las maravillas que sólo Él puede hacer. En fin, nuestros defectos debemos buscar perfeccionarlos, nuestras debilidades debemos aprender a controlarlas y nuestras tempestades tenemos que aprender a vivirlas con la certeza de que el Majestuoso, Rey que hizo los Cielos y la Tierra tiene control de ellas. Aunque tengamos que pasar a diario a recibir una recarga espiritual, esto será mejor que apagarnos por completo y quedarnos incomunicados con nuestro Rey. “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos.” Salmos 84:10
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